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Las “Truchas del Salado” atractivo turístico con historia del Sur de Loja  

Las Truchas del Salado, es un restaurante ubicado en el sector El Salado, barrio Sacapo de la parroquia San Pedro de Vilcabamba, situada a 37 kilómetros al Suroriente de la ciudad de Loja. El emprendimiento se posiciona como uno de los más atractivosde la zona y con un tipo de gastronomía diferente.
Por Henry Jara
7 minutos
El lugar de a poco fue posicionándose como un destino diferente a los que ya contaban en la zona Suroriental.
El lugar de a poco fue posicionándose como un destino diferente a los que ya contaban en la zona Suroriental.
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El emprendimiento “Las Truchas del Salado” nació 2008, pese a todo pronóstico los hermanos Roberto y Manuel Jara Lapo, con apoyo de su familia, le aportaron a la crianza de trucha. Ellos, como todo emprendedor tuvieron que batallar mucho para tener lo que ahora es el restaurante.

La historia hasta lograr contar con las instalaciones y ser uno de los puntos más visitados de la parroquia es muy larga. Anteriormente, se dedicaron a la crianza de cerdos, pollos, gallinas de postura, apicultura, pero en cada intento hubo dificultades y fue entonces que escucharon a su tío Amadeo Jara Mosquera (+), quien les aseguró que el turismo sería un potencial y que empiecen a trabajar.

Inicio del emprendimiento

Ambos iniciaron con la aventura. Movieron varias rocas de la zona y otras de gran tamaño tuvieron que hacer hoyos y enterrarlas. El trabajo pesado y sacrificado lo efectuaron desde que amanecía hasta que anochecía. “No teníamos nada solo un plástico, unas cobijas, una linterna y un radio a pilas” comenta Roberto.

Luego de construir un pequeño tanque para criar la primera camada de peces, empezaron a edificar una casa. Aunque parecía grande porque se tenía previsto cultivar la trucha para abastecer el mercado local y solo requerían para la guardianía y bodega, siguieron adelante en montar la estructura.

“El trabajo fue pesado, entre los dos movíamos la madera y hasta que fuimos dando forma a la casa. Como está hoy en día, no se asemeja en lo absoluto a como era en un inicio”, recuerda Manuel. Los dos hermanos no pararon hasta construir varias piscinas y terminar con la vivienda.

Sin embargo, cuando realizaban los trabajos, a diario observaban pasar a personas extranjeras hacia más arriba. Los turistas iban desde las hosterías y hostales de Vilcabamba, quienes vendían los servicios turísticos con la visita a la “cascada de El Salado”, una chorrera artificial y que funcionaba como desagüe del canal de riego de San Pedro.

Adecuaciones para captar la visita de turistas

Pero como avanzaba la construcción, su tío les volvía a decir que aprovechen el turismo, ya que los turistas por lo general solo llegaban a Vilcabamba. Entonces en primera instancia pretendieron brindar un servicio de cafetería, porque tenían dudas de que los visitantes logren llegar hasta ese sitio.

Ante todo, debían caminar unos 800 metros, desde el lugar donde terminaba la vía. Un camino pequeño, pero para los primeros visitantes era algo hermoso y así iniciaron a vender comida. “A un inicio nos quedábamos con la comida preparada, porque pocos conocían y los que ya sabían del local, no lograban llegar cuando era tiempo de lluvias”, sostiene Manuel.

No obstante, lucharon y pese a toda oposición lograron al fin abrir carretera y llegar con la vía hasta la zona que ahora es el parqueadero. Luego invirtieron para llevar la energía eléctrica, ya que antes un vecino les ayudaba con el servicio para alumbrarse por las noches.

El lugar de a poco fue posicionándose como un destino diferente a los que ya contaban en la zona Suroriental. Ellos concuerdan de que fue difícil atraer turistas, porque las parroquias Vilcabamba y Malacatos, cuentan con más infraestructura y cerca de la vía principal, lo que facilitaba la llegada de turistas.

El boca a boca fue fundamental el hacer promoción de la zona. Antes de contar con el restaurante, muchas personas de la ciudad de Loja acudían a lo largo de la ribera del río los fines de semana. Entonces decidieron hacer pequeños letreros promocionando el nuevo emprendimiento hasta que de apoco fue haciéndose novedoso y hoy, ser uno de los atractivos más concurridos de esa jurisdicción.

Trabajo complicado para la crianza de peces

Pero no todo es color de rosa explica Roberto. Para abastecer de agua las peceras, llevaban el líquido por un canal, pero para que circule, debieron hacer una represa en el río Uchima. “Cuando era temporada de verano, no había problema y el embalse hasta servía para que los turistas tomen un baño. El problema serio era en invierno o cuando la temporada de lluvias era fuerte a la cordillera. Se llevaba la represa y nos quedábamos sin agua para los peces especialmente en horas de la madrugada y miles de truchas murieron”, menciona.

Cada camada es de 5 mil alevines y luego de 4 meses de crianza, brindan el servicio de comida con la trucha.

Con el pasar de los años, fueron observando los errores y tratando de corregir hasta que hace poco tiempo, ubicaron la toma de agua atrás de una roca gigante, misma que protege de las crecientes poderosas del Uchima.

Ya como restaurante, Las Truchas del Salado, cuyo nombre se hace relevancia a que, en el sitio, una roca color blanquecina posee sal, es un atractivo turístico al que acuden turistas de todo el país y del extranjero.

Cada camada es de 5 mil alevines y luego de 4 meses de crianza, brindan el servicio de comida con la trucha. El sabor es único y creen que se debe a las bondades minerales que cuenta el río Uchima y también al buen manejo de la especie con los conocimientos y recomendaciones que fueron adquiriendo durante este tiempo.  

En un inicio atendían los días sábados y domingos y días de feriado, pero durante la pandemia por Covid-19, decidieron brindar el servicio los siete días de la semana. “Comprendimos que muchas personas tenían miedo a la aglomeración y la mayoría se quedaba con las ganas de comer. Por ello, la decisión de abrir todos los días y nos han agradecido”, manifiesta Manuel.

Atención y preparación de la trucha

Los días sábados, domingos y feriados son los de mayor trabajo por la presencia de turistas. En el restaurante laboran toda una familia, Desde el más pequeño ayuda en el servicio y se demuestra que el trabajo se lo aprende desde casa.

Y es que la espera vale la pena. Cuando la concurrencia es masiva, los clientes deben hacer tiempo se hasta una hora para degustar del excelente sabor de la trucha. Todos eligen este lugar porque el pez es sacado en ese instante y luego de un proceso de preparación, está listo para servir.

Una de las particularidades es que en el local únicamente se prepara el pescado, aunque los días domingos es algo tradicional el sancocho de chancho. Los visitantes tienen la oportunidad de cazar su pez y llevar a la cocina para que se prepare o simplemente hace el pedido, mientras disfruta de un baño en las cristalinas aguas del río o camina por un sendero hacia arriba.

La preparación de la trucha tarda entre 15 a 20 minutos, dependiendo del número de platos. La condimentación es otro detalle: los montes para preparar los aliños son cultivados en el jardín de su madre y con su ayuda obtienen el condimento que le da un valor agregado al pescado. La horchata es la cortesía del local: los montes medicinales también son cultivados por ellos.

Aquí se puede servir la trucha en varias presentaciones y costos: trucha frita normal, acompañado con arroz, yuca, deditos de verde y ensalada tiene un precio de $7 dólares; pero también la puede pedir a la plancha, vapor o filete a un costo de $8 dólares. Pero si usted es bueno para comer, también cuentan con peces más grandes, cuyos valores van desde los $10 hasta los $15 dólares.

Roberto dice que en el local existe mucha inversión. “Cada año vamos innovando algo porque creemos que los turistas llegan o regresan para observar algo diferente”. Añade que están realizando trabajos en la cabaña para brindar una mejor imagen y están por levantar otra cabaña para ofrecer un ambiente diferente a los visitantes. 

Otro objetivo a cumplir en este año, es colocar letreros a lo largo de la ribera de río con señalética de la ruta hacia el restaurante, pero con mensajes de protección del medio ambiente y hacer conciencia en la ciudadanía de no contaminar el agua y mucho menos, dejar basura junto al río Uchima.