Emprendimientos

“Chica Bahía”, es un canal de compras de otros emprendedores y llega hasta Estados Unidos

La creadora de la Chica Bahía en Ecuador pasó por humillaciones y hasta fue víctima de abuso antes de iniciar su negocio. Para materializar su idea María Graciela invirtió 10 dólares.
Por Henry Jara
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María Graciela aspira a que su negocio siga creciendo y aconseja a quienes aún no se aventuran a emprender a aprovechar las herramientas gratuitas.
María Graciela aspira a que su negocio siga creciendo y aconseja a quienes aún no se aventuran a emprender a aprovechar las herramientas gratuitas.
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“Hola, soy la Chica Bahía, tu personal shopper”. Esa es la presentación de María Graciela Borja, de 28 años, en sus videos publicados en la cuenta de Instagram y TikTok.

Hace más de un año se dedica a la compra personalizada en varios locales de la Bahía particularmente, pero también en malles y distribuidoras del norte, negocio que la ha catapultado a nivel nacional. “Yo me gané este mercado poco a poco, haciendo compras en la Bahía y publicidad en redes sociales. Lo que hace un cliente es contratar mis servicios de compradora”, explica.

Historia de trabajo

Para materializar su idea María Graciela invirtió 10 dólares. Con ese dinero hizo una recarga y pagó el bus hasta la Bahía. Ya en el sitio llamó a sus conocidos para consultarles si necesitaban algo. En una de las llamadas le pidieron una lámpara mosquitera.

“Yo estaba busca y busca la lámpara, y me preguntan: ¿Cuánto vas a cobrar por la compra y el envío? Ahí se me prendió el foco. Y gané. Y como me fui en bus gané más”, dice la Chica Bahía.

Fue desde ese momento que comenzó a moverse por ese sector comercial, buscando más locales y clientes. Pero ese proceso no ha sido fácil, aclara, puesto que hay desconfianza en mostrar la mercadería por parte de vendedores, sobre todo en los comerciantes asiáticos. Por ejemplo, en no permitir fotografiar o grabar los productos.

María Graciela atiende a entre 78 y 150 clientes cada mes. Se concentra en productos como bisutería, mochilas, carteras, cinturones, lencería, gafas, billeteras, cosméticos, sábanas, ropa para mujeres… “A mí me ha costado, esto no ha sido fácil porque no es ir y tomar una foto del producto, porque los (comerciantes chinos) son celosos con su mercadería”, indica.

Pedidos que recibe

Los pedidos de mercadería que recibe son de $50, $100, $300, $2.000 y han llegado hasta $5.000. Ella no cobra por horas de servicio sino por día. Por ejemplo, quienes adquieran productos, cuya factura resulta en $50, que es lo mínimo, la Chica Bahía cobra 30% de ese total por el servicio. Y el ciudadano tiene tres días para elegir los productos que son mostrados por ella, según lo requerido previamente por el cliente.

La Chica Bahía tiene clientes en casi todas las provincias. Envía mercadería a Lago Agrio, Coca, Loja, Galápagos, entre otros.

En el caso de una compra superior a $300, María Graciela cobra 2%; si se trata de $ 1.000 es el 15% y más de $3.000, el 10%. Da tres, siete o hasta catorce días para que el cliente seleccione los productos. El servicio de entrega a domicilio es asumido por el cliente.

“Yo les doy días, no es por horas. Se agrega a un grupo de WhatsApp como de sábanas, bisutería, cosméticos… Uno va coordinando con el cliente. Si tiene disponibilidad para hacer videollamada, envío foto y video. También se le agenda una cita de compras con una garantía de $50, que es parte de la factura final”, detalla.

La Chica Bahía tiene clientes en casi todas las provincias. Envía mercadería a Lago Agrio, Coca, Loja, Galápagos, entre otros. Pero no solo realiza compras en la Bahía, también abarca centros comerciales y distribuidoras de otros sectores. Le suelen pedir prendas de la tienda Zara, Bath & Body Works, Victoria’s Secret, Bershka y demás.

Experiencias de su labor

No accede a todo lugar, pues ya tuvo malas experiencias. “Una vez me dijeron de una tienda online en tal lado, uno llega y no existe y esas son estrategias de robo o secuestro”, cuenta y agrega que ha sufrido cuatro asaltos o vivido situaciones en que hay personas que reciben la mercadería y la dañan para pedir devolución.

Hace tres meses, María Graciela le dio formalidad a su negocio y transformó a la Chica Bahía en una empresa SAS (Sociedad por Acciones Simplificadas). Da empleo a seis personas que son sus asistentes de personal shopper por categorías, como sábanas, bisutería, cosméticos y otras. Y hasta oferta sus servicios a otras personal shopper en Carolina del Norte, en Estados Unidos.

Sin embargo, para llegar a esa posición, María Graciela pasó por duros momentos. Fue abusada sexualmente, humillada, vivió en la calle y hasta pensó en suicidarse. “No hay que victimizarse por lo que te pasó en la vida para lograr algo. Yo cuando fui jovencita sufrí abuso sexual por lo cual tengo a mi hijo mayor que tiene 11 años y nunca tuve voz. Por eso me fui a la calle a vivir, pero mire ya tengo 28 años, mi hijo se siente orgulloso de la madre que tiene. Yo no tengo casa, auto, padres, no tengo nada que ofrecer, pero le estoy dejando este legado de la Chica Bahía y lo hago respetar porque muchas personas me han humillado… Ahora me amo más, no tengo miedo”, señala María Graciela, quien también tiene una niña de 2 años.

Aprender de las herramientas tecnológicas

María Graciela aspira a que su negocio siga creciendo y aconseja a quienes aún no se aventuran a emprender a aprovechar las herramientas gratuitas. “Muchas personas por el miedo, por la vergüenza, no lo hacen. Yo aconsejo que se muestren como son. Siempre recomiendo ir a Google o YouTube y aprender a manejar las redes sociales. Yo no sabía cómo editar videos y aprendí en YouTube”, afirma.

Su mayor logro es cumplir ese sueño llamado la Chica Bahía. “Desde que fui niña siempre tuve el sueño de crear algo, que sea único y mío y nació la Chica Bahía. Soy una mujer que ha trabajado desde muy jovencita, me he sabido autoeducar y desarrollar en todo el transcurso de la vida. Siempre he sido una mujer que ha creado una red de confianza. Sé lo que es vivir en la calle, sé lo que es no tener un pan en un día, sé lo que es estar sin comer, cantar en buses, vender agua, caramelos, rosas, yo viví todo eso para llegar a donde estoy”, comenta.

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